El cerebro adicto
La adicción se considera hoy
una enfermedad del cerebro porque las drogas modifican la química, la
estructura y el funcionamiento de ese órgano. Un descubrimiento, realizado por
investigadores del Scripps Research Institute de California en estudios con
animales, en 2010, sugiere que los mismos mecanismos cerebrales que participan
en la adicción a las drogas aparecen en la compulsión de comer, esta similitud
hace pensar que muchas de las compulsiones, o conductas adictivas humanas (por
ejemplo, adicción al sexo y a los juegos de azar) podrían tener relación con
desequilibrios de dopamina o de otros neurotransmisores. En los siguientes
párrafos se describirá lo que propicio este cambio de visión.
Cuando la ciencia comenzó a
estudiar la conducta adictiva en la década de 1930 se pensaba que las personas
adictas a las drogas y al alcohol tenían una moralidad deficiente y carecían de
fuerza de voluntad. Estas ideas moldearon las respuestas de la sociedad al
abuso de drogas. Se le consideraba un problema moral y no de salud. Así, en
lugar de diseñar acciones preventivas y terapéuticas, se optaba por el castigo
y se etiquetaba negativamente a los adictos.
La doctora María Elena Medina Mora Icaza,
directora del Instituto Nacional de Psiquiatría "Ramón de la Fuente
Muñiz" (INPRF), narra que la investigadora mexicana-estadounidense Nora
Volkow, quien estudió medicina en la UNAM y es hoy directora del Instituto
Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en
inglés), observó en imágenes cerebrales la influencia de las drogas sobre
diversas zonas del cerebro y encontró la causa física de la dependencia de
sustancias como la cocaína y los opioides. "Esto nos llevó a entender por
qué los pacientes, aunque quisieran, no podían dejar las sustancias por sí
solos, sino que realmente necesitaban tratamiento", señala la doctora
Medina Mora, agregando que éste fue un indicio importante de que las adicciones
tenían todas las características de una enfermedad.
El doctor Rubén Baler,
científico de la salud de la Oficina de Políticas Científicas del NIDA
puntualiza que "La adicción es una enfermedad que progresa por
etapas", y explica que en la primera etapa las personas utilizan
sustancias para alcanzar la euforia que brindan, pero este consumo de drogas se
convierte muy rápido en enfermedad en quienes las utilizan en forma crónica. El
cerebro empieza a adaptarse a la sustancia y aparecen los primeros signos de
dependencia. He aquí algunos signos que sugieren adicción: consumir la droga de
manera regular, imposibilidad de dejarla, gastar en droga más de lo que se
tiene, extralimitarse para obtener droga (incluso robar) y sentir que se
necesita la droga para funcionar cotidianamente.
Cuando se abusa de las
drogas se alteran algunas zonas del cerebro como el tallo cerebral, que controla
el ritmo cardiaco, la respiración y el sueño; la corteza cerebral, que procesa
la información sensorial y nos permite pensar, planear, resolver problemas y
tomar decisiones, y el sistema límbico, donde se aloja el llamado circuito de
recompensa del cerebro. Dicho sistema motiva al individuo a repetir conductas
necesarias para la supervivencia y la reproducción como alimentarse y tener
sexo.
Al ingresar en el cerebro
las drogas obstaculizan su sistema de comunicación e interfieren en el proceso
normal de intercambio de información neuronal. Recordemos que las células
nerviosas se comunican por medio de sustancias químicas llamadas
neurotransmisores que llevan mensajes entre ellas. Una neurona libera el
neurotransmisor, que cruza un espacio interneuronal, conocido como sinapsis, y
se adhiere a un receptor (una proteína) en otra neurona. Neurotransmisor y
receptor embonan como una llave en una cerradura.
La estructura química de
drogas como la mariguana y la heroína es tan similar a la de un neurotransmisor
natural, que los receptores las aceptan como si fueran el neurotransmisor.
Otras drogas, como las anfetaminas y la cocaína, hacen que se produzca una
cantidad excesiva de neurotransmisores naturales o evitan que el organismo
recicle el exceso de estas sustancias. En consecuencia, el mensaje
interneuronal se intensifica, impidiendo una comunicación adecuada.
La mayoría de las drogas
interfieren con la actividad de un neurotransmisor llamado dopamina, que
desempeña un papel fundamental en las sensaciones de placer. "El cerebro
está condicionado a repetir conductas que permiten la supervivencia y las
drogas actúan produciendo una activación mucho mayor de la que ocurre en las
situaciones naturales de recompensa", explica la doctora Medina Mora.
"El cerebro pierde la capacidad de sentir placer por las recompensas
naturales, pues se acostumbra rápidamente a las dosis masivas" de dopamina
que se producen al consumir una droga, y lo hace reduciendo su producción
natural, o bien disminuyendo la cantidad de receptores que captan la señal de
este neurotransmisor. Así, cuando falta la droga el cerebro ya no cuenta con
dopamina suficiente y la persona deja de disfrutar cosas naturalmente
placenteras, lo que conduce a la apatía y a la depresión. "Cuando el
cerebro comienza a adaptarse a altos niveles de dopamina, el individuo tiene
que usar más y más droga para obtener el mismo efecto", añade Rubén Baler.
Es decir, se desarrolla tolerancia a la droga. En el individuo que ha llegado a
esta etapa, la falta de droga provoca el llamado síndrome de abstinencia, con
síntomas como ansiedad, irritabilidad, náuseas, insomnio, episodios de
sudoración, temblores y psicosis, y puede llevar a la muerte.
Ciertas investigaciones
muestran que la tolerancia a las drogas puede generar cambios muy profundos en
las neuronas y en los circuitos cerebrales, con efectos que pueden ser graves.
Por ejemplo, si el abuso de drogas altera la concentración óptima de un
neurotransmisor llamado glutamato, que participa tanto en el circuito de la
recompensa como en la capacidad de aprender, el cerebro intentará compensar el
cambio dañando en ocasiones la función cognitiva. Igualmente, el abuso de
sustancias a largo plazo suele provocar condicionamiento: ciertos factores
ambientales se empiezan a asociar con la experiencia de la droga y provocan un
deseo incontrolable de consumirla.
Este condicionamiento es tan
fuerte que la adicción puede resurgir incluso tras muchos años de abstinencia.
En palabras de Baler:
"El cuerpo es uno, y lo que vemos como dependencia psicológica es una
manifestación de los cambios en el cerebro, que intenta adaptarse y manejar
niveles anormales de neurotransmisores". El consumo crónico de drogas
deteriora el autocontrol y la capacidad de tomar decisiones adecuadas. Según
Baler estas adaptaciones del cerebro a las sustancias llevan al ansia
incontrolable de utilizarlas aunque el individuo sepa que tienen consecuencias
catastróficas.
Para que se desarrolle una
adicción importa igual lo adictiva que sea la droga, su disponibilidad y lo
aceptable que la considere la sociedad. La directora del INPRF señala que el
riesgo se puede medir en un laboratorio con modelos animales. Por ejemplo, una
rata de laboratorio es capaz de preferir la cocaína al alimento hasta la
muerte, pero esto no sucede con la nicotina. Sin embargo, entre los humanos hay
tres veces más adictos a la nicotina que a la cocaína y esto tiene que ver con
que la nicotina es más fácil de adquirir y su consumo es más aceptado por la
sociedad. En el caso del alcohol, otra droga de fácil acceso y con amplia
aceptación social, entre el 10 y el 15% de las personas que beben desarrollan
la dependencia. Uno de sus principales síntomas es el aumento de la tolerancia;
es decir, se necesita beber más para experimentar los efectos deseados. La tolerancia
se desarrolla muy rápido.
Con todo, Baler indica que
algunas personas pueden definirse como más vulnerables, pues tienen un riesgo
mayor de desarrollar una conducta de abuso de sustancias; son las personas
proclives a conductas de riesgo o a la búsqueda de novedades.
"Toda la parte del
cerebro que es responsable del juicio, raciocinio y control de la conducta se
desarrolla hasta los veintitantos años", explica la doctora Medina Mora.
Como los adolescentes suelen tomar sus decisiones a partir de las emociones y
no del juicio y el raciocinio, es más probable que abusen de las sustancias. El
problema principal es que en esa etapa de desarrollo el cerebro es mucho más
vulnerable. "La adolescencia es una época en la que se están desarrollando
todas las conexiones y exponer el cerebro a las drogas a esa edad tiene
consecuencias mucho más dañinas", indica la especialista. Los daños que
causa la mariguana en el cerebro pueden ser reversibles en las personas que la
empiezan a consumir en la edad adulta, pero no hay evidencia de que lo sean
cuando el abuso comienza en la adolescencia. Las investigaciones sugieren que
en este caso las consecuencias duran mucho más. "Al reunir a todas las
personas que han estado expuestas una o más veces al uso de sustancias, controlando
todas las demás variables, hemos encontrado que quienes desarrollan dependencia
generalmente comenzaron a usar drogas dos años antes que aquellos que no la
desarrollaron. Y aunque el punto de corte son los 17 años, para el caso de la
mariguana tenemos el riesgo incrementado hasta los 26 años".
Otro grupo de riesgo está
formado por las personas que tienen algún tipo de padecimiento mental, como
bipolaridad o esquizofrenia. "Sabemos que existe un gran porcentaje de
comorbilidad (es decir, de presencia de dos trastornos simultáneos: la adicción
y una enfermedad mental)", dice Rubén Baler. Aproximadamente 60% de las
personas con problemas de abuso de sustancias tienen también una enfermedad
psiquiátrica.
La doctora Medina Mora
ilustra con el caso de un niño con problemas de ansiedad; por ejemplo, las
fobias que surgen más o menos a los siete años. Si este niño llega a la edad
adulta sin encontrarse con las drogas o con el alcohol, probablemente ya para
entonces podrá resolver su problema. No obstante, si en su adolescencia prueba
el alcohol y descubre que éste reduce la ansiedad, confundirá ese efecto con la
solución de sus problemas y será mayor el riesgo de que desarrolle dependencia.
Ya adulto seguirá teniendo el problema de la ansiedad y además una adicción.
La doctora Medina Mora señala que "las
drogas también son un problema social con muchas facetas porque tener un adicto
en la familia la modifica, afecta su calidad de vida y tiene un impacto
emocional, económico y social". Por esta razón se buscan enfoques de
tratamiento que permitan a las personas con adicción abandonar la sustancia,
pero al mismo tiempo que modifiquen, desde el aspecto bioquímico y conductual,
las causas que provocan y agravan su adicción. Para que un tratamiento sea efectivo
debe atacar por todos estos frentes. "Por ejemplo, hay que entrenar de
nuevo los circuitos neuronales que calculan las recompensas naturales: la de la
comida, la de salir con amigos, la del sexo. Todos los aspectos de la
recompensa natural que se volvieron disfuncionales en el adicto", señala
el doctor Baler.
Lo mismo sucede con los
circuitos relacionados con la voluntad (memoria, emociones, toma de
decisiones). "Cada uno de estos aspectos relacionados con las funciones
ejecutivas tiene que ser atacado de un modo distinto", dice Baler. Así,
algunos pueden recibir tratamiento con fármacos; otros requerirán terapias
cognitivo-conductuales o intervenciones motivacionales, entre otras terapias de
eficacia probada en las personas adictas y que también suelen combinarse con
fármacos. No obstante, añade Baler, "el mensaje importante es que la
adicción conlleva el desajuste de muchos circuitos, y que para tratar al adicto
deben tenerse en cuenta todas las disfunciones al mismo tiempo".
Por tanto, el tratamiento debe
definirse según la persona, el tipo de sustancia, el ambiente en que vive y sus
recursos, internos y externos. No se intenta resolver únicamente el problema
bioquímico, sino considerar al individuo y su contexto: su familia y su lugar
de trabajo.
Como la diabetes, la
adicción es crónica e incurable. Así, siempre se pueden sufrir recaídas. Pero
la probabilidad de recuperación es similar a la de la diabetes y puede
controlarse para mejorar la calidad de vida. En consecuencia, la recaída no
debe considerarse como el fracaso del tratamiento; sólo indica que éste tiene
que repetirse. La doctora Medina Mora señala que si entendemos que la adicción
es una enfermedad y que la recaída forma parte de ella, un tratamiento exitoso
no debe medirse sólo por la abstinencia, sino por la disminución de las
recaídas, así como de su gravedad y duración. "Esto realmente mejora la
condición de salud y los periodos de abstinencia incrementan la esperanza de
vida".
Pero para no llegar a
necesitar tratamiento Rubén Baler propone la prevención universal: "Evitar
todo lo que sabemos que es dañino y tratar de promover y enaltecer lo que
sabemos que es positivo". Entre los factores negativos se encuentran, por
ejemplo, los padres adictos, la pobreza extrema, la mala nutrición, la falta de
ejercicio, así como un ambiente que no sea confiable para los chicos y, desde
luego, un entorno de violencia. "Deben evitarse esas actividades
desafiantes, o de franca delincuencia", pues son factores de muy alto
riesgo. Baler añade que no es cuestión de magia. "Todo lo que promueve un
ambiente saludable por fuerza va a reducir el riesgo absoluto de abuso de
sustancias".
Y la doctora Medina Mora
agrega que "tenemos que trabajar para que se deje de vender alcohol a los
adolescentes", lo que sucede incluso en tiendas establecidas que funcionan
las 24 horas. También hay que frenar la disponibilidad de inhalables y de
cigarros sueltos. Proteger a los adolescentes de las drogas es fundamental,
"pues toda la evidencia de salud pública nos habla de un riesgo mayor"
en la adolescencia. Al documentar tanto la investigación que ha realizado la
doctora Nora Volkow como la que ha financiado el Instituto Nacional de
Psiquiatría se encontraron todos los elementos que definen la adicción como una
enfermedad tratable. Ahora la política pública debe reunir esta evidencia
científica, compartirla con la población y convertirla en una convicción
social.
En conclusión a través del
texto se ha hecho evidente que este tema es relevante para la humanidad ya que,
casi todos conocemos algún caso de adicción: amigos, familiares o compañeros
adictos al alcohol, al tabaco, a medicamentos legales o a drogas ilícitas. Hoy
éstas se definen como una enfermedad crónica caracterizada por la búsqueda y el
uso compulsivo de una sustancia a pesar de saber los daños que ocasiona. Al
igual que otras enfermedades como la diabetes, la adicción se puede tratar, y
aunque no se consiga una cura definitiva, el tratamiento incrementa la calidad
y la duración de la vida.
Reflexión
Elegí este tema porque me
pareció muy llamativo el título, al leerlo me fui dando cuenta que también es
un tema el cual hoy en día es de gran relevancia para la sociedad (más porque
la accesibilidad a dichas sustancias es bastante), al igual que ir conociendo
lo que la ciencia ha descubierto como el que la adicción es una enfermedad y
que se puede controlar me pareció realmente asombroso y más porque considero
que sí se están tomando medidas pues cada vez existen más campañas sobre la
prevención de drogas.
Para iniciar a escribir mi
texto académico lo primero que hice a parte de leer las lecturas de apoyo para
elaborar el texto académico, fue leer el artículo completo (una y otra vez,
para saber de dónde podía iniciar la redacción de mi texto), seguir
indicaciones como investigar un poco sobre la autora del texto, la revista, e
investigar por mi cuenta como redactar una introducción y conclusión en un
texto académico.
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